Investigadora en la Universidad de los Andes
Asistente de Investigación en la Universidad de los Andes
Las encuestas de Violencia contra los Niños, Niñas y Adolescentes (VACS, por sus siglas en inglés) muestran que esta violencia es una problemática de salud pública que afecta negativamente tanto al desarrollo de los individuos como al de las comunidades. La violencia continuada normaliza el maltrato, conviertiéndolo en una creencia social aceptada y replicada generación tras generación, creando un ciclo de violencia que pone el riesgo a niños, niñas y adolescentes en todo el mundo.
Colombia fue el primer país en Latinoamérica en realizar una VACS. La encuesta realizada en Colombia en 2018 encontró que aproximadamente el 40% de mujeres y hombres han sido víctimas de cualquier tipo de violencia – física, sexual o psicológica – en su infancia o adolescencia. Más concretamente, cerca del 25% de mujeres y el 33% de hombres sufrieron violencia física en la niñez, y 20% de mujeres y el 10% de hombres fueron víctimas de violencia psicológica por parte de los padres, cuidadores o parientes adultos en la niñez.
Con el objetivo de utilizar los datos de la VACS de Colombia para generar nuevos estudios que permitan comprender mejor la naturaleza de la violencia contra niños, niñas y adolescentes en el país, Together for Girls colaboró con el proyecto HEARD de USAID, University Research Company y el Centro Imagina de la Universidad de los Andes para financiar a un grupo de VACS fellows, quiénes trabajaron en una serie de artículos académicos centrados en diferentes indicadores de la VACS de Colombia.
Uno de estos artículos es “Trayectorias de maltrato el impacto de la violencia en la infancia y adolescencia como predictor de ser víctima y victimar en la adultez”, que se realizó con el objetivo de ampliar la escasa evidencia científica que dé cuenta de los impactos de la violencia en los niños, niñas y adolescentes en Colombia.
Específicamente, el estudio expande sobre los datos VACS y evidencia más claramente cómo se genera un ciclo de violencia como resultado de experimentar violencia – física y/o emocional – a una corta edad. El estudio se centró en dos objetivos iniciales:
establecer la asociación entre el ser víctima de violencia física y/o emocional por parte de los padres o cuidadores principales y el ser víctima de violencia por parte de la pareja o llegar a ser perpetrador de violencia física y sexual en la adultez.
describir la relación entre el ser víctima de violencia física o emocional en la infancia o adolescencia y las creencias asociadas a la naturalización y replicación de la violencia en las relaciones de pareja y como método de disciplina en la crianza.
Con respecto a su primer objectivo, el estudio confirmó que la exposición a la violencia infantil aumenta el riesgo intergeneracional de seguir incurriendo en conductas violentas o agresivas en la adultez.
El haber sufrido violencia física o emocional antes de los 18 años se relaciona con un aumento del 4% de la probabilidad de que una persona sea perpetradora de violencia física contra su pareja y del 10% que experimente violencia a manos de su pareja.
El haber sido víctima sólo de violencia física antes de los 18 años se asocia con un aumento en la probabilidad del 7% de convertirse en perpetrador de violencia física contra la pareja en la adultez. Así mismo, se observa una probabilidad de aumento de que este individuo nuevamente sea víctima de violencia física por parte de su pareja en la adultez en un 11%.
El ser testigo de violencia en el hogar antes de los 18 años aumenta en un 4% la probabilidad de que el individuo en su adultez se vuelva perpetrador de violencia contra su pareja y en un 7% de ser víctima de violencia por parte de su pareja.
Con respecto al sufrir violencia física por la comunidad antes de los 18 años, se estima un aumento del 4% de la probabilidad de que el individuo se vuelva perpetrador de violencia física contra su pareja en la adultez, y del 5% con respecto al ser víctima por parte de su pareja.
Por lo tanto, el estudio muestra que las experiencias adversas tempranas asociadas al ser víctima de maltrato en la infancia o la adolescencia tienen consecuencias significativas que afectan la salud física, mental y emocional.
El segundo objetivo pretende medir específicamente una de las consecuencias de esta violencia, que es la naturalización y normalización del maltrato como una creencia social aceptada y replicada generación tras generación, creando un ciclo de violencia.
Las variables utilizadas para medir las creencias asociadas a la naturalización y replicación de la violencia fueron la validación de la violencia contra la pareja y la utilización de la violencia física en la crianza.
Se estima que el haber sufrido violencia física o emocional antes de los 18 años se relaciona con un aumento de la probabilidad de que una persona valide agredir a su pareja en un 6%. Adicionalmente, el ser víctima de este tipo de violencia aumenta la probabilidad en un 15% de creer que es válido y natural el disciplinar a los niños con estrategias de violencia física.
El haber sido víctima sólo de violencia física antes de los 18 años se asocia con un aumento en la probabilidad del 4% de validar la violencia física contra la pareja y en un 11% la violencia física como estrategia de disciplina.
El ser testigo de violencia en el hogar antes de los 18 años aumenta la probabilidad en un 3% de que el individuo en su adultez valide conductas violentas contra la pareja y en un 9% de que valide la violencia física contra los niños.
Con respecto al sufrir violencia física por la comunidad antes de los 18 años, se estima que existe una relación de aumento de probabilidad en un 1% de que el individuo valide conductas violentas contra la pareja y en un 13% que valide comportamientos agresivos contra los niños como método educativo.
Con respecto a ambos objetivos el estudio también identificó que la edad es un factor fundamental con respecto al impacto de las experiencias de maltrato y la probabilidad de ser víctima o perpetrador en la adultez. Cuanto menor es la edad de inicio de la exposición frente a estas situaciones de abuso y maltrato, mayor es el riesgo de cronificación de la situación maltratante.
La dificultad de la disminución de los casos de violencia radica principalmente en que estos patrones violentos no se interrumpen.
Esta investigación establece los primeros resultados en Colombia a nivel nacional para comprender las diferentes dinámicas y secuelas que resultan de la violencia física y emocional contra niños, niñas y adolescentes. Por lo tanto, la VACS en Colombia es un instrumento que permite empezar a dar cuenta de los análisis en muestras representativas nacionales sobre los diversos impactos de estas violencias en nuestra sociedad.
Demostrar cómo se establece el ciclo de violencia es crucial para establecer intervenciones que prevengan la violencia y, como resultado, mitiguen las consecuencias en los individuos y las comunidades. Este estudio no sólo evidencia secuelas de la violencia infantil y juvenil, si no que además hace un llamado a la importancia de gestar políticas públicas orientadas a la transformación de las métodos utilizados para educar a una sociedad, con el objetivo de poder crear entornos seguros, saludables y libres de violencia.